Si funciona en casa, funciona en la ciudad (Parte 1)

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Todos los días escuchamos personas quejándose de la situación del país y de las decisiones que toma el gobierno. La verdad es que da mucha rabia al ver cuanta sangre inocente se derrama, cuantas familias se desintegran  y cuantos niños pierden sus vidas por la violencia a diario. Muchos piensan que todo es problema del gobierno y que la población simplemente no puede hacer nada. Creo que parte de la culpa sí le pertenece a las autoridades que rigen el país, pero también creo que mucho de lo que estamos viviendo es sólo un reflejo de como están funcionando las familias. Y las estadísticas de como están funcionando las familias son el reflejo de nuestras vidas espirituales.

Por muchos años  psicólogos, historiadores, filósofos y maestros siempre han considerado a la familia como la base de la sociedad o el fundamento sobre el cuál se establecen las naciones. En otras palabras, lo que se enseña en casa es lo que se va a reflejar en una sociedad; lo que se practica en casa, es lo que una nación va a producir. Por esta razón, el enemigo  ha atacado tanto a las familias por generaciones y generaciones. Y  muchos de nosotros seguimos pensando que la solución y la responsabilidad está en manos de políticos…

Nuestra función NO es usar las armas del mundo, sino usar las armas que Dios nos dio. Las armas que Dios nos dio, son para vencer fuerzas espirituales que tienen a las familias atadas al pecado y la destrucción. Esto va más allá de un problema político, económico, social y físico…es una batalla espiritual constante. ¿Por qué? La familia es el  mejor diseño de amor y unidad que Dios pudo haber creado y establecido. La familia es el complemento de todo ser humano y es el motor de una nación. Entonces si la familia es atacada, pervertida y destruida, vamos a tener como resultado una nación que camina sin rumbo y sin dirección.

La verdad es que no podemos juzgar la corrupción de un gobierno cuando hay corrupción en nuestras mismas casas. Padres: no se pueden quejar de la injusticia e inseguridad que se vive en el país, cuando ni siquiera se preocupan de proveer para sus familias y asumir la responsabilidad de cuidar de cada uno de ellos. Hijos: no nos podemos quejar y decir que no hay respeto a las leyes y autoridades, cuando nosotros ni siquiera obedecemos a nuestros padres. Tal vez muchos están pensando que es muy diferente manejar una casa a manejar una nación. Pues yo te digo que los grandes cambios le corresponden a Dios, pero nuestro papel es claro: DEBEMOS ORDENAR NUESTRAS CASAS Y PROCURAR QUE NUESTRAS FAMILIAS HONREN A DIOS EN TODO LUGAR Y MOMENTO.

Cuando la casa funciona, la ciudad mejora. Entonces ya no se vuelve sólo un tema de gobierno, sino de cada hogar. Cuando un gobierno quiere implementar sistemas para mejorar la calidad de vida y el desarrollo de su ciudad, primero se preocupa por entender el sistema e identificar los problemas. Una vez se logra eso, lo siguiente es plantear soluciones y capacitar a su gente para que lo puedan desarrollar y multiplicar. En pocas palabras, se debe educar a las personas para que aprendan a hacer las cosas por si solas y que no estén esperando a que todo sea regalado o alguien más le resuelva los problemas. De esta forma se va cambiando de pensamiento y la ciudad se va desarrollando más.

En la vida espiritual es exactamente lo mismo, las iglesias deberían ser centros de capacitación para que sus miembros aprendan a ordenar y educar sus hogares, en lugar de esperar que otros lo hagan por ellos. Muchas personas van a la iglesia con la esperanza de que alguien cambie a sus hijos, que alguien restaure su matrimonio y que sea el pastor quien pase todos los días orando y ayunando para que su familia salga adelante. La responsabilidad de ordenar tu casa es solamente tuya y de tu pareja. Ordenar es limpiar, restaurar y colocar cada cosa en su lugar. Ordenar tu hogar significa que Jesús tome el primer lugar en tu familia y sea él quien ilumine tu casa.

(Hablaremos más de esto en la segunda parte)

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